Argentina - La mañana del 20 de julio de 1976, Julio Carabajal volvía de hacer el mantenimiento de las vías del tren cuando se encontró con los cuerpos de dos hombres en un descampado a la vera de la Ruta Nacional 38, en las afueras de Chamical, La Rioja.
Asustado, Carabajal avisó a la policía. Cuando volvieron al lugar vieron que los cuerpos eran, nada menos, que los de los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, discípulos del obispo Enrique Angelelli. Ambos habían sido secuestrados el 18 de julio por integrantes de la sección de Inteligencia de la Base Aérea de Chamical. La persecución al grupo de Angelelli había comenzado meses antes, con amenazas a los sacerdotes y llamados a dar explicaciones.
Tras la muerte de los 'curitas' llegó la del laico catequista y trabajador rural Wenceslao Pedernera, asesinado días después. En una de sus homilías, el obispo riojano dijo que habían "golpeado donde más duele". Era evidente que el también corría riesgo. Dos semanas después, el 4 de agosto de 1976, Angelelli murió en un atentado cuando viajaba desde Chamical a la capital riojana para llevar documentación sobre el asesinato de "los mártires de Chamical", como él mismo había llamado a Longueville y Murias.
El miércoles, a 42 años de su muerte, el pueblo de Chamical bendijo la capilla en la que permanecen los restos de los dos sacerdotes y luego caminó en procesión hacia el lugar donde fueron hallados sus cuerpos: allí, ahora se levanta "La gruta de los mártires". El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Córdoba, a través de su secretario Raúl Sánchez, participó del homenaje.
Murias era cordobés. Nació en San Carlos Minas el 10 de octubre de 1945. Ahora, la Iglesia católica podría declarar su "martirio por odio de fe", en un proceso de canonización que se inició con un expediente del año 2011.
Hijo de una docente y de un agente inmobiliario, Murias se crió en ese pequeño pueblo del noroeste cordobés hasta que su padre, referente político de la zona, lo envió a estudiar al Liceo Militar General Paz, en Córdoba. Mientras se preparaba para la carrera militar, Carlos conoció a Angelelli, en el hogar sacerdotal de La Calera. Entonces abandonó el liceo, intentó estudiar veterinaria, trabajó en el campo con su padre y hasta fue empleado del Registro de la Propiedad.
Pero algo de la sensibilidad y el compromiso social de Angelelli ya estaba con él. Ya ordenado como sacerdote, Murias fue nombrado en Chamical, donde el mensaje de liberación del obispo era incómodo para los sectores de poder.
La causa por el asesinato de Murcia y Longueville también avanzó en la justicia. En 2013 el Tribunal Oral Federal de La Rioja condenó a prisión perpetua en cárcel común a Luciano Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército; al comodoro Luis Fernando Estrella y al comisario general (R) Domingo Benito Vera. En marzo de 2015, en un desprendimiento de la misma causa, fue condenado a Ricardo Pezzeta, jefe de la Base Aérea de Chamical, donde fueron llevados los curas antes de ser fusilados a la vera del camino.
En sus últimas palabras antes de ser condenado, Pezzeta dijo: "A Gabriel lo conozco desde cuando iba a la base a dar las misas. Cuando terminaba, yo personalmente lo acompañaba hasta la salida y además teníamos una muy buena relación". Sobre Murias señaló que tuvo poco trato, "pero siempre de cordialidad y respeto". Los testigos contaron que en la base militar, a Murias le decían: "Tu iglesia no nos representa".
El día que finalizó el juicio, Marta Murias, hermana de Carlos, dijo a la prensa: "La memoria de los sacerdotes está viva, ellos lucharon por un país mejor y hoy se hizo justicia".
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